Experiencia Working Holiday – ¿Viajar sola? ¡Jamás imaginé que yo haría algo así!…
Me llamo Ángeles, soy profesora de inglés (pero nunca ejercí), tengo 32 años y originalmente soy de Santiago. En el año 2015, vivía en Valparaíso y tenía una vida muy normal: trabajo de oficina y una rutina bastante común como la mayoría de las personas suelen tener. En ese entonces, soñaba con hacer un cambio radical y como siempre había querido vivir en un país de habla inglesa, comencé a averiguar cuáles eran las opciones para poder viajar. En ese momento, aún no tenía idea de la Working Holiday.
Primero investigué sobre cursos de inglés (porque sentía que me faltaba aprender más), y en paralelo, intente postular a alguna beca, porque el ir por mis propios medios estaba lejos del alcance de mi bolsillo. Al no tener nada concreto, estaba cayendo en la depresión de “no tengo opciones”, y fue justo en ese momento que un amigo me contó de las visas Work and Holiday. Nació nuevamente mi ilusión y comencé con mi investigación.
En ese tiempo la Working Holiday más popular era la de Nueva Zelanda, pero a mi parecer, era muy difícil obtenerla con tanta demanda, el presupuesto no me alcanzaba para Australia, y bueno, terminé optando por postular a la Working Holiday Canadá.
El tema burocrático para la postulación no fue tan difícil: llenar ciertos papeles, tener pasaporte al día, cumplir los requisitos necesarios y lo más importante, mucha paciencia. Cuando obtuve la visa pasé de la depresión a la hiperventilación en un segundo, renuncié a mi trabajo, vendí todo lo que tenía y me fui con la plata justa al país del norte.
Revisa acá la guía completa para postular a la Working Holiday Canada
Era la primera vez que viajaba sola y que vivía fuera de Chile, y tengo que reconocer que en ese momento sentí que la mayoría de la gente, más que apoyarme, reflejó sus miedos en mí. Recibí varios comentarios del tipo: ¿una mujer viajando sola?, ¿y si te pasa algo?, ¿y si necesitas ayuda? Eran miedos que yo también tenía, pero las ganas eran tantas, que nunca tuve tiempo para profundizarlos. Y sinceramente, las veces que tuve problemas, el arte de la improvisación y los amigos que iba conociendo en el camino, fueron más que suficiente para solucionarlos.
Cuando llegué a Canadá, me di cuenta de que literalmente me había ido con las puras ganas y no me había informado lo suficientemente bien. La hiperventilación me había bloqueado el razonamiento. Aterricé los primeros días de enero del 2016, ¡pleno invierno canadiense!, y yo caminando por las calles de Toronto con zapatillas chapulinas y una chaqueta cortavientos. Nunca me preocupé de cosas como la estación en la que llegaba, ni menos de ver la temperatura. Tal como dije antes, solo me fui con las ganas puestas, así que ya en tierra firme, y con más consciencia de dónde estaba, lo primero que hice fue comprarme un buen abrigo.
Las primeras semanas de esta aventura fueron bastante desesperantes, porque tenía la plata justa y no podía darme el lujo de hacer tanto turismo. Debía encontrar casa y trabajo lo más pronto posible. Visité varias habitaciones que me gustaron, pero no las podía costear si no conseguía trabajo inmediatamente. Envié mil curriculums a los avisos de trabajo que encontré por internet y nada estaba funcionando. Entonces, busqué ayuda por los grupos de WH de facebook y rápidamente encontré un lugar para vivir, y siguiendo la cadena, gracias a mis nuevos roommates, encontré un lugar para trabajar.
Revisa acá los primeros trámites que tienes que hacer y cómo buscar trabajo en Canadá
En general, el idioma junta, y mis primeros y más cercanos amigos fueron chilenos y mexicanos. Creo que la red de apoyo entre latinos fue muy importante para dar los primeros pasos.
Estuve 4 meses viviendo en Toronto, siempre con el miedo a quedarme sin plata, así que conseguí un segundo trabajo, y en un momento, ¡hasta un tercero! Trabajé en muchas cosas distintas y siempre con “cero asco” a la pega: así, pasé por restaurants, hoteles, y hasta en una panadería (que jamás lo hubiera imaginado). Y cómo organizaba bien mi tiempo, incluso me alcanzaba el tiempo para hacer de turista o ir de carrete.
El resto de la visa viví en Banff. Siempre había visto fotos de ese lugar y soñaba con vivir ahí, y como ya me sentía más segura en las tierras canadienses, no fue tan difícil cambiarme de ciudad. El formato y el ritmo de vida era completamente diferente: mi trabajo incluía el alojamiento y comidas, no tenía que gastar en transporte y las actividades eran siempre en la montaña ¡todo valió completamente la pena!
A pesar que el círculo de amigos más cercano seguía siendo principalmente de latinos, en Banff, se amplió a muchas nacionalidades, por lo que pude poner en práctica mi inglés e hizo que la experiencia fuera mucho más enriquecedora culturalmente. Y para ese entonces ya contaba con un colchón económico, sin embargo, seguí con la dinámica de tener dos trabajos por un tiempo más, lo que me permitió hacer un gran viaje turístico después.
Pronta a terminar mi visa, estaba muy triste, no quería que la experiencia se acabara. Quería seguir viviendo así y no sabía muy bien qué hacer y cómo hacerlo. Entonces comencé nuevamente con la búsqueda y –por esas casualidades del destino- un amigo llegó con información acerca de trabajos en cruceros. Con la experiencia que tenía en Canadá, pude postular sin problemas y aproximadamente 2 meses después de terminar la Working Holiday Canada, me estaba literalmente embarcando en un nuevo viaje.
¡Trabajar en un crucero fue una experiencia increíble! Prácticamente le di la vuelta al mundo y aprendí todo el inglés que me faltaba. Pero uno de los bichitos que me picó en Canadá y que no tuve la oportunidad de saborear lo suficiente, fue aprender francés. Esta vez, seguí mi instinto, y ya con mayor seguridad, empecé a hacer nuevamente el proceso de postulación, pero esta vez para irme al viejo continente. Como la Working Holiday Francia es relativamente nueva, no fue difícil obtenerla, pero la experiencia fue muy diferente. Esta vez iba con menos hiperventilación, tenía más ahorros y me sentía mucho más preparada.
Revisa acá la guía completa para postular a la Working Holiday Francia
Llegué a París en abril del 2018 y me quedé aproximadamente 2 meses. Pese a que mi nivel de francés era bastante básico, pude hacer las cosas del día a día sin problemas. Empecé a buscar habitaciones y trabajo, pero mi idea inicial de quedarme en la ciudad fue cambiando. La relación precio-calidad no calzaba con mis expectativas, y los trabajos que vi tampoco ayudaban a cubrir tan bien esos gastos. Lamentablemente, tuve una mala experiencia de discriminación por no saber hablar bien el idioma, lo que bajó considerablemente mis ganas de quedarme en la capital francesa.
Entonces tomé la decisión (tal como lo hice en Canadá) de irme nuevamente a las montañas. Ahí encontré un trabajo con alojamiento y comidas incluidas, lo que personalmente me acomodaba más y me permitió ahorrar y estudiar el idioma con tranquilidad. Asistí a un curso de francés durante toda mi estadía, que no era intensivo, pero ayudaba bastante. Y sinceramente, si no fuera porque el “après ski” era tan bueno, y que mi visa coincidió con que Francia salió campeón del mundo, hubiera ahorrado mucho más dinero.
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Quizás mi experiencia en Francia no fue la más francesa, porque viví en Chamonix, una ciudad pequeña en medio de las montañas que colinda con las fronteras de Italia y Suiza, pero el ambiente era muy grato. Todo era full turístico, no había muchos franceses, y mi círculo de amigos eran personas de todo el mundo. En consecuencia, mi nivel de francés no mejoró al nivel que me lo había propuesto, así que hasta el día de hoy lo sigo estudiando.
Desde que me fui de Chile mi vida cambió totalmente. En general, ha sido una experiencia increíble, y a estas alturas se convirtió en un estilo de vida. Toda la gente de todos los lugares del mundo que he conocido me han enseñado algo y me siento muy agradecida por ello ¡Jamás imaginé que haría algo así! Vengo de una familia humilde, en donde viajar por el mundo -como lo he podido hacer-, era algo que sólo pasaba en sueños. Además, el poder viajar sola ha sido también un gran viaje hacia el interior, lleno de aprendizajes y muy enriquecedor.
Creo que el consejo más útil que podría dar a los futuros viajeros, es que, estudien el idioma del lugar al que van. Puede sonar cliché, pero el inglés me abrió mil puertas y el francés otras tantas. Y por esas cosas de la vida, también aprendí italiano, lo que me abrió una puerta con forma de corazón, y terminé quedándome en Italia, ansiosa de cuál será mi nueva aventura, con muchas ganas y sobre todo: ¡sin miedo!
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